jueves, 28 de agosto de 2008

El inquieto sereno (el río)

Se entretiene, con la incesante danza que le auspicia el viento. El estoicismo con el que lo acaricia con suspiros patagónicos, va formando las crestas oleadas esas, que vaya a saber uno donde empiezan. El fin (de las marchantes) es la orilla, desbaratarse contra ella, expandiéndose enteras en un instante, dando la imagen de abertura, de choque. Y entre tanta ceremonia diaria, ese “psh” de gracia suena con gran envolvente para dejar este mundo con elegante honor.
A los lejos un par de tipos se dilatan con la caña de pescar. Llevan a cabo incontables veces su ritual de tirar la caña atrás para tomar impulso y dar un nuevo intento. Lo mismo sucede con el ademán de traer la tanza, ese batido de crema que se parece a una pascua linda en acción.
El viento no manda. Los álamos se entregan sin entregarse. Se dejan a disposición pero no se abandonan, no señor. Los sauces inquietos están, se les nota la entrega controlada con el viento. Las brisas solo les proporcionan regocijo, estirar un poco las ramas y sacudir las hojas cuales abuelitas a un son cubano. Son guardianes. Supervisores de los camalotes y autores de las sombras. Le dejan a la orilla ese tono descontrolado, de pelo largo, de subversiva.
Y entre tanta contemplación te veo a lo lejos, mojándote los pies. Me preocupo. Es agosto. Pero hay algo que me señala que no me tengo que preocupar, entonces me levanto y me voy.

X/11/07 Neuquén

(¿)Una picadita (?)

(…) y otra noche paso por algún rincón chocante, pensamientos errantes, que danzan sólo en altas horas de la noche, cuando uno esta bien manso como panza de bebé. Pero siempre me cae encima un salvavidas, que me salva del mar negro que me nace en el pecho

(…) y es cuando tengo una nube que me acompaña a todos lados, me desorienta donde piso y con quien sea que hable; una neblina que solo yo puedo espantar. Y rendido en el piso, me entrego al miedo, tratando de que mi ojos alcancen algún asidero; y no estas vos, ni tus brazos ¡Que bueno seria que si! ¡Cuán acogido me sentiría! ¡Tan protegido y purificado!

(…) que estés acá, que estén tus palabras: “ay, ¿otra vez?”, y así enredarte de mi, hasta que no haya aire entre tu cuerpo y el mío; por que vos me ves, y yo a vos, pero eso no quiere decir que estas ahí, viendo cuanto petróleo tengo y cuantas ganas tengo, cuantas cosas ansían por verte, por olerte, por leerte

Bahía de paso

De flote en flote, saco la cabeza y me vuelvo a sumergir, hago la plancha y todo. Rodeado de la blancura de la bahía. Costa bonoarense, entre bahía falsa y bahía verde. Me salpico de tanto en tanto, parafraseándome mis viejos sentimientos de nostalgia, que de nada me sirven. Y es que uno le toma cariño a lo profundo y tenue de ellos, recordando como inspiran y disparan.
Y ahora, con el ya, en la sal de esta bahía, en plaza Rivadavia, que me hospeda un rato. Cortazar, “bestiario” y sus cuentos sin resolver a causa de una edición desecha, páginas en blanco y rotas. Y alrededor una manta colorida se tira encima de todo y todos. Una presencia sonora que sale del parlante de unos artesanos, es Santana, que se hace notar el loco.

13/03/07 Bahía Blanca

lunes, 11 de agosto de 2008

la comodidad de las miradas( y su responsabilidad)

Los ojos son libres, no responden a nadie.
No deben ningún argumento
Las palabras expresadas se justifican
Tienen una trasfondo el mismo debe ser esclarecido

Las miradas no, son independientes
Son la contemplación a gusto
Pueden ser emitidas reiteradas veces
Y nunca pierden el sentido

Las palabras defienden una idea
Las demuestran, la encarnan
Son herramientas del intercambio sonoro
Y se suceden cronológicamente

Ella mira, yo la plagio
Lanza una mirada, se la devuelvo
Algunas palabras se entrelazan
Pero ninguno lo hace mejor que el otro

Los nervios se activan ante la belleza viva (siempre)
Luego se “corre” la mirada justo después de interceptar
Ambos dos volvemos a ser espectadores

Y ahí, en la comodidad de las miradas
Nos bombardeamos de las mismas
Abandonando las palabras

Que pena, que anhelo
Ninguno activa, ni acciona
Solo nos observamos, sin ser responsables

Las palabras son justamente
La responsabilidad de las miradas
Hacerse cargo, defender el anhelo

Palabras que defienden miradas
Y miradas que insistan palabras

Una mirada no vale 1000 palabras
Vale una sola, pero se encuentra al final de todas
Y en ese contexto, el final remite
Y remite a una sola palabra: Beso