jueves, 3 de julio de 2008

Cardumen suelto en Plaza San Martín

Como la tarde se fue al ver que no le preste atención, me propuse ir a pasear un poco. Tuve que ideármelas para cruzar los ríos metálicos que fraccionan la ciudad, ya que no todos poseen el mismo caudal ni la misma dirección; no hay lógica de afluentes. Merodeé por Plaza San Martín y di con el Pasaje Dardo Rocha. Adentro me entretuve bastante con unas instalaciones dedicadas al aniversario de la muerte del escritor argentino Rodolfo Walsh. Me sentí un poco despechado después leer la versión en historieta de su “Operación Masacre”. Era una instalación de unos 3metros de largo por 4metros de altura. Me dejó un sabor familiar, uno que ya tuve cuando leí y me informe cerca de lo que fue el Golpe Militar del ´76. Era un sabor a mierda en la suela de una bota de goma, con olor a impotencia que causaba insignificancia para conmigo. “Soy un pendejo caprichoso de 20 años y nunca voy a saber lo que fue vivir en esa época, no soy nadie para opinar”-, fue lo que casi instantáneamente pensé mientras cataba la mierda. “Fueron sucesos ocurridos en el país que vivo, son una mierda y no hay que ignorar tanto su importancia”-, remate.
También había vitrinas con sus supuestos anteojos y maquina de escribir, cosa que me hizo sentir un poco mas despechado ya que no era muy factible que sean las pertenencias originales. Walsh, una vez radicado en Cuba, pasaba sus noches en los prostíbulos con las señoritas cubanas. Y debió haber sido una actitud recurrente, por lo menos como para que su entonces esposa deje testimonio y aparezca en una conmemoración. Su carrera cambió el enfoque tradicional del periodismo político, o mejor dicho, otorgo el suyo.
Rodolfo Walsh fue asesinado días después de haber enviado via buzón su “Carta Abierta a una Junta Militar”.
Me harte de todo eso y decidí irme. Volví a tener inconvenientes nadando entre esos ríos uniformes y diagonales. Me adentre en carácter de vuelta en Plaza San Martín; una especie de banco de arena lleno de charcos. Caminando entre la oscuridad vislumbre un grupito de ranacuajos que se me acercaban. Eran pocos, así que no me alarme. Me rodearon. “Eh, gato, dame una moneda” -dijo uno soltando unas burbujitas de aire- . “No tengo, sino te daría” -le conteste “siendo” convincente-. Uno de atrás toco mi mochila y lo hombree. Pensé que una patada en los huevos a cada uno seria mi accionar, pero la imagen de mi zapatilla siendo usada para la violencia me recordó a algo sanguinario. “Eh!, ¡¿Qué tocas loco?!”- exclamó uno-, y en el momento en que su frase se desenvolvió en el aire, se convirtió en una especie de llamado de tropas. En cuestión de segundos, me vi sumergido en un cardumen de viejitas que me empujaban, con sus millones de voces chillonas al son de “eh, loco”. Sentí que si no actuaba me iba a ahogar y de un empujón general me di a la fuga. Era como jugar a “la mancha” pero al revés; como si todos ellos fueran “la mancha”. “Yo corro mas rápido, ¡putos!”-, les grite dando fin a la persecución, dejándolos a varios metros de mi persona. Todas mis pertenencias seguían siendo mías.
Horas más tarde volví a mi casa. Me prepare para acostarme y me acorde del suceso. “Puta, los hubiera cagado patadas”- fue lo que pensé y me puse a escribir.

25/06/08

1 comentario:

: dijo...

Éste es el que más me gustó de los tres.
Mañana vuelvo y comento algo, sí, sí.