viernes, 4 de julio de 2008

Breve historia de un pájaro carpintero

Hay veces que en la noche sentimos que estamos muy lejos de donde provenimos. “¡Ay! ¡qué lejos estoy!” suele resonar en nuestros pechos mientras paramos en un lugar remoto. Pero si cerramos los ojos, y si hacemos fuerza de nenes, podemos visualizar cualquier cosa que queramos. Por ejemplo ver un bosque. Uno común, como la gente conoce. Unos radales por acá, coihues por allá, y unos arrayanes a lo lejos. Los pájaros sobrevuelan nuestras nucas al igual que la brisa. En eso vemos un pájaro carpintero. Uno triste. Y se debe, a que ningún árbol quiere que lo picotee. Y eso, al pájaro carpintero lo deprime. Claro, ¿Quién va querer que lo picoteen a uno? ¿Se imaginan que la gente picotee por placer? Figúrense subiendo algún colectivo (eviten que sea el Talp), y se dan cuenta que no les alcanzan las monedas. Le preguntan al chofer que pueden hacer, y el tipo con naturalidad les dice: “y mira, te puedo dejar en la próxima cuadra, ó, te sentás acá al lado mío y te picoteo un poco”. ¡…..! Y peor es la situación cuando el tipo agregue: “dale, es que hoy no pude picotear nada”. Obviamente los humanos, como no tienen pico picotearían con el dedo índice, sino, el día en que les pase que un chofer les de golpecitos con la nariz, den por asegurado que no es un día “normal”.
Para un pájaro carpintero picotear es una necesidad, pero peor seria aun que la gente lo tome de la misma manera, y la transforme en una manía. Entonces mientras esperas en la cola para pagar el gas, la persona que este atrás te empieza a picotear y al darte vuelta dirían vergonzosamente: “Disculpáme, nose que decir, es que te vi la espalda y no me aguante”. Encima de tolerar la cola, tener que bancarse al goma que esta atrás con el dedito tic tic tic.
En fin. El pájaro carpintero no podía picotear ningún árbol. Y es que al pobre pájaro carpintero, se le desafilo el pico, ¿Quién querrá ahora al pájaro carpintero? Cada vez que quería usarlo se lastimaba solo. Pero eso no puso fin a sus picoteos, y se convenció a sí mismo de seguir insistiendo. Y ahí estaba. Otro árbol enfrente suyo.


_ ¿Qué haces? – le pregunto el árbol
_ Estoy picoteándote – le contesto el pájaro carpintero
_ Me haces cosquillas. Andate
_ Pero, ¿no te gustan las cosquillas? ¿no te gusta reírte?
_ No
_ Pero hace bien reírse
_ A mi no. Andate


El pájaro carpintero entonces tomo dos de sus plumas más suaves y se las ató una a cada lado del pico. Se sereno un poco y analizó la imagen del árbol. Tenía una veta abierta. Ese era su blanco. El pájaro carpintero entonces tomo carrera y se lanzo. En el momento en que las plumas acariciaron la veta abierta, el árbol casi se deshojó a carcajadas. Le temblaban las ramas y las agitaba por los aires (parecía uno de esos muñecos infladles, que están afuera de los locales y siempre tienen una risita de psicópatas). La risa contagio al pájaro carpintero, y terminaron los dos descostillándose de la risa.

_Gracias – dijo el árbol - . Le sacaste la espina a este león triste.
_ ¡´Ta todo bien! – contesto el pájaro carpintero con su ego inflado

Se sentía bien. Había ayudado alguien que no lo había pedido y a pesar de eso después se lo agradeció. Verdaderamente se encontraba feliz a sus anchas y se fue silbando. Su silbido se interrumpió cuando escucho unos gemidos entre los árboles. ¡Era un león de verdad! ¡con espina y todo!. El pájaro carpintero con ego inflado no lo dudo y fue a su ayuda.
Y así es como concluye la historia del pájaro carpintero. De cómo “alimentó” la alegría de dos seres del bosque.



x/06/08



En los bosques de verdad no hay leones, en el mío si.


1 comentario:

: dijo...

cuando iba por la mitad pensé que iba a tener un final completamente diferente, igual me gustó bastante