jueves, 3 de julio de 2008

El estigma de Girondo

Es prodigioso escuchar como un grillo se convierte en una mega soprano, inundando las calles de su canto; y los pasos de uno de afuera, en el silencio de la noche, amenazan con despertar las casas, y que hartas se paren y se vayan de tanto despiole. Un manjar, la escucha rica de los sonidos a las altas horas, como se tiñen de un brillo acorde a la ocasión, y termina siendo un desfile de ilustres trajes de gala.
Es gratificante a veces, cuando uno se refresca apoyando la espalda desnuda sobre la pared tropical, y se percibe en creyendo el pasar de un auto que pasa por la ventana, para después irse al revés de como vino. Eso me reitera la fiesta de gala. ¿A dónde van esas hojas que la leve brisa mueve? ¿No estarán hartas que les cacheteen el culo todo el tiempo? A lo mejor están celosas de las no caídas, esas que cantan un coral dirigido por el suspiro de la noche; alguna melodía pasa a visitarme y termino sintiendo una “tristeza parecida a la de un par demedias tiradas en un rincón”
(…) Y en tanto calderón de soledad, nos damos cuenta que nuestra compañera esta atrás nuestro, con los brazos sin resolver, como de costumbre, para cobijarnos de ella, sintiéndonos correspondidos dentro de un amor de algodón.

x/x/06

2 comentarios:

: dijo...

demasiado fuerte para un domingo lluvioso. el haberme levantado hace menos de una hora y estar aún balanceándome entre el sueño y la vigilia creo que influye.
a mí siempre me gustaron más las hojas sí-caídas.

divagues, divagues, divagues dijo...

Tu preferencia me gusta: las si-caidas son aventureras.